El niño siempre lo supo. Sabía que, tarde o temprano, aquella sombra enorme y terrorífica le engullería tan rápidamente y tan en silencio que ni el ligero sueño de su madre se vería alterado por un momento.
Sabía, que la oscuridad más absoluta ya no era aquella que le envolvía con tan solo cerrar sus ojos y que, a partir de este día, el monstruo que solo había existido en sus pesadillas sería desde ahora su única compañía.
¿Como podría escapar de este ser? ¿Tendría esta bestia cosquillas? El niño rasco suavemente las firmes paredes de su prisión con la esperanza de que el monstruo, de una sonora y enorme carcajada, abriera sus fauces tan ampliamente que le permitiera escapar de su lastimoso cautiverio. Tras varios intentos sin éxito, finalmente se armó de valor y decidió hablarle directamente a su impasible y frio captor:
-¿Qué quieres de mi? ¿Por qué no me dejas salir? Gritó el niño con vehemencia. Por un momento, el ser se inmutó, su cuerpo con violencia se sacudió y una profunda y triste voz por todo su interior se derrumbó:
-Yo soy una bestia solitaria que engulle todo lo que le rodea para olvidar y olvida que, a veces, si no pensara solo con mi estomago no estaría tan solo. En mi mundo, ya no existen olores que mis sentidos hagan despertar, amaneceres que observar, ni monstruos a los que hablar y escuchar. Lo siento, pero una vez dentro de mi ya no puedo dejarte salir.
El niño, atónito por la actitud de la bestia, respondió con firmeza:
-Si desde tu tripa ya no puedo partir, al menos, déjame ayudarte a ser felíz. Desde ahora en adelante, yo me convertiré en tu olfato, tu oído y tu voz y cuando pienses que vayas a tropezar, mis ojos cualquier obstaculo te harán esquivar.
La gigantesca sombra cambió súbitamente de aspecto, ya no parecía aquél terrorífico ser, ahora una amplia y brillante sonrisa se le podía ver. Finalmente, tras una digestión inesperada, el monstruo salió de su nada, si tenía que existir en un mundo hostil la mirada de un niño le haría vivir.
Sabía, que la oscuridad más absoluta ya no era aquella que le envolvía con tan solo cerrar sus ojos y que, a partir de este día, el monstruo que solo había existido en sus pesadillas sería desde ahora su única compañía.
¿Como podría escapar de este ser? ¿Tendría esta bestia cosquillas? El niño rasco suavemente las firmes paredes de su prisión con la esperanza de que el monstruo, de una sonora y enorme carcajada, abriera sus fauces tan ampliamente que le permitiera escapar de su lastimoso cautiverio. Tras varios intentos sin éxito, finalmente se armó de valor y decidió hablarle directamente a su impasible y frio captor:
-¿Qué quieres de mi? ¿Por qué no me dejas salir? Gritó el niño con vehemencia. Por un momento, el ser se inmutó, su cuerpo con violencia se sacudió y una profunda y triste voz por todo su interior se derrumbó:
-Yo soy una bestia solitaria que engulle todo lo que le rodea para olvidar y olvida que, a veces, si no pensara solo con mi estomago no estaría tan solo. En mi mundo, ya no existen olores que mis sentidos hagan despertar, amaneceres que observar, ni monstruos a los que hablar y escuchar. Lo siento, pero una vez dentro de mi ya no puedo dejarte salir.
El niño, atónito por la actitud de la bestia, respondió con firmeza:
-Si desde tu tripa ya no puedo partir, al menos, déjame ayudarte a ser felíz. Desde ahora en adelante, yo me convertiré en tu olfato, tu oído y tu voz y cuando pienses que vayas a tropezar, mis ojos cualquier obstaculo te harán esquivar.
La gigantesca sombra cambió súbitamente de aspecto, ya no parecía aquél terrorífico ser, ahora una amplia y brillante sonrisa se le podía ver. Finalmente, tras una digestión inesperada, el monstruo salió de su nada, si tenía que existir en un mundo hostil la mirada de un niño le haría vivir.
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Hasta pronto !!!"
Dibujo 10. Cuento 10.
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